Frente a los nuevos ataques en contra de la Fiesta Brava en la Ciudad de México, es que escribí dos editoriales. A la primera la titulé: “La ignorancia del animalismo-especismo y los ataques a la Fiesta Brava (parte 1)”, en la que hablé de este animalismo-especismo que busca acabar con el concepto de Persona Humana, mediante el intento de “atribuirle cualidades que son meramente humanas a los animales”. Y así, como todos los “ismos” de la cultura woke, el animalismo-especismo busca imponer sus “valores” y su verdad, hasta el punto de sancionarnos e/o impedirnos percibir la realidad de modo objetivo. En esta segunda editorial hablaré de la tauromaquia como parte de nuestro patrimonio cultural e identidad y de su importancia en la economía de nuestro país.
Una tradición de casi 500 años
En este tenor, comenzaré recordando que la primera corrida de toros que se celebró en México, como documenta el historiador José Francisco Coello Ugalde, fue el 24 de junio de 1526, en honor a Hernán Cortés, tras su regreso de Honduras, en ese entonces las Hibueras. Esto dio nacimiento a La Fiesta como una expresión festiva de corte religioso, que se legalizó, como documenta el INAH, en 1529, a fin de poder celebrar la fiesta de San Hipólito en lo que hoy es el Zócalo, el 13 de agosto de ese año.
Eso hace, como lo comenté en el texto anterior, a la tauromaquia “la actividad cultural de asistencia masiva más antigua de nuestro país, por ende, es una parte inalienable de nuestra identidad”.
Patrimonio e identidad cultural
Como aseveré en el texto pasado, la Fiesta Brava “es una expresión de la mexicanidad y parte de nuestro patrimonio cultural”, prueba de ello son las diversas declaratorias de Patrimonio Cultural Inmaterial que tiene la Fiesta Taurina, Fiesta de Toros o Fiesta Brava en entidades como Zacatecas, Guanajuato, Tlaxcala, Aguascalientes, Nuevo León, entre otros estados.
Dicho esto, comentaré que en la declaratoria guanajuatense puede leerse que:
“La Fiesta Charra y la Fiesta Brava, han estado presentes a lo largo de la historia de Guanajuato, como un referente histórico, social, cultural, económico y ambiental por ello, constituyen un Patrimonio Intangible de acuerdo a la Ley del Patrimonio Cultural de Guanajuato”, y que continúa diciendo:
“En ambas actividades confluyen elementos económicos, turísticos y ambientales que, a lo largo de casi quinientos años, han beneficiado, y siguen haciéndolo, a una gran cantidad de ciudadanos guanajuatenses que se dedican a la ganadería, comercio, industria, turismo, empleos, artesanías, esparcimiento; es folclore, tradición, estilo de vida, historia, mitos y creencias; es conservación de especies animales y vegetales, además de costumbre colectiva e identidad”.
Impacto económico y social
La tauromaquia entonces, como señala la declaratoria antes citada, es una industria que genera más de 5 mil 500 mdp, pues en México hay casi 4 millones de personas que disfrutan de sus festejos anualmente. También diré, en sintonía a la declaratoria en cuestión, que de modo periférico a la tauromaquia se desarrollan actividades como la ganadería, el turismo, la manufactura, las artesanías, entre otras; lo que impulsa la economía y genera miles de empleos.
Por ende, vale la pena mencionar que fue justo la necesidad de hacer un análisis a fondo respecto a las consecuencias que tendría la prohibición de las corridas de toros, en particular respecto a los derechos humanos de los trabajadores de dicha industria, que hoy el dictamen que buscaba prohibirlas en la CdMx no avanzó, o sea, se aplazó su discusión.
Conservación y bienestar animal
Por último, cabe señalar que, como parte de su vocación industrial, pero también ambiental, la Fiesta Brava es una actividad de preservación, pues sin ella el toro de lidia y 200 mil acres de tierra (en México) destinados para su crianza no existirían.
Vale la pena también mencionar que menos del 8% del ganado bravo se sacrifica en una plaza de toros, que éste puede ser domesticado y que es alimentado sin producto químico alguno; además, su carne es comestible y éste vive en grandes extensiones de tierra y con una gran calidad de vida, a diferencia de lo que aseguran los activistas que pugnan por la prohibición de La Fiesta.
Conclusión
Por las razones vertidas… y por cientos más, es que afirmo que:
Defender la Fiesta Brava, es defendernos a nosotros mismos.
David Agustín ‘Bogus’ Belgodère
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