La responsabilidad de la verdad en tiempos de desinformación

George Orwell, en su obra y pensamiento, dejó frases que resuenan con fuerza en la actualidad. Una de ellas es: “En tiempos de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario”. Y no podría ser más apropiada para describir la era en la que vivimos, una época en la que estamos constantemente bombardeados con información de todo tipo, pero también con engaños de diversas fuentes.

Desde influencers que fabrican estilos de vida ficticios para obtener reconocimiento, hasta personajes creados por inteligencia artificial que generan ingresos masivos en plataformas como OnlyFans, pasando por escándalos históricos como el papel de Facebook en 2016 en la difusión de noticias falsas que pudieron influir en decisiones políticas de alcance mundial. En este contexto, nuestra atención se ha convertido en el producto más valioso, y con ella, somos vulnerables a toda clase de manipulación.

La desinformación es un problema global que trasciende fronteras y sectores. Cuando la verdad es desplazada por narrativas falsas o manipuladas, las consecuencias pueden ser devastadoras: polarización social, desconfianza hacia las instituciones y decisiones basadas en mentiras. Este fenómeno no solo afecta al ámbito político, sino también al social, económico y cultural, dejando una estela de confusión en su camino.

En un escenario tan complejo, el ejercicio del periodismo serio y responsable adquiere una relevancia crítica. Los medios de comunicación confiables y éticos tienen la responsabilidad de actuar como guardianes de la verdad, ejerciendo su libertad de expresión con rigor y respeto hacia los hechos. Es también imprescindible contar con un público crítico y analítico, capaz de discernir entre información veraz y contenidos de baja calidad o con fuentes dudosas.

Como ciudadano, siempre he creído firmemente en la libertad de expresión como pilar de la democracia. Esta libertad, como bien afirmaba Winston Churchill, es una de las herramientas más imperfectas pero esenciales en la construcción de un sistema que permita la convivencia y el progreso social. Churchill lo resumió perfectamente al decir: “La democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás”.

Sin embargo, también he experimentado de primera mano las consecuencias de la desinformación y de las intenciones maliciosas disfrazadas de opinión. En una ocasión, al tratar de ejercer mi Derecho Constitucional de Réplica, quienes me atacaron se refugiaron en el argumento de la “libertad de expresión”, distorsionando la realidad y planteando como opiniones lo que originalmente presentaron como hechos.

Pese a estas experiencias, sigo creyendo en el poder transformador de la verdad y en la importancia de defender la libertad de expresión como herramienta para construir una sociedad más justa. No obstante, creo que esta libertad conlleva una gran responsabilidad, especialmente en una era donde distinguir entre realidad y ficción es cada vez más difícil.

Para avanzar como sociedad, debemos promover un consumo de información más crítico y responsable. Esto implica educarnos y educar a las nuevas generaciones en habilidades de pensamiento crítico, valorar el periodismo riguroso y ético, y exigir responsabilidad tanto de los medios de comunicación como de las plataformas digitales que amplifican las voces.

La revolución no está solo en decir la verdad, sino en construir un entorno donde la verdad pueda prosperar, pese a los ataques, la manipulación y el ruido de las mentiras.

#Opinión #PacoBelgodere #Reflexión

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