Manifestaciones recientes en la Ciudad de México
Hace unos días, la Ciudad de México presenció una manifestación de estudiantes de veterinaria, veterinarios y zootecnistas. Protestaban por la muerte del Dr. Héctor Hernández Cañas, asesinado por una pareja tras no poder salvar la vida de su perrita Yorkshire.
Esta manifestación se unió a la de los taurinos en el Congreso de la Ciudad de México, donde se llevaba a cabo el Parlamento Abierto sobre las corridas de toros. Un letrero captó la atención: “La ignorancia de los animalistas es un obstáculo para el bienestar animal”. Esto resalta un problema de fondo: sobreponer el valor de un animal a la vida humana o prohibir una afición bajo argumentos ideológicos.
El animalismo y su impacto en las políticas públicas
Desde la “Declaración de Cambridge sobre la Conciencia”, el animalismo ha intentado atribuir cualidades humanas a los animales. Esta ideología ha influenciado políticas que afectan la economía y la tradición cultural.
Un ejemplo es la prohibición de animales en circos en 2015, que dejó sin empleo a miles de personas y provocó la muerte de numerosos felinos y especies exóticas en condiciones de inanición y abandono.
¿Especismo o conservación? La radicalización del animalismo
El animalismo radical ha evolucionado en un “animalismo-especismo”, que no solo otorga derechos a seres sin obligaciones, sino que también condena la “discriminación de especies”.
Para sus adeptos, el ser humano no es superior a ningún otro ser vivo. Esta postura extrema busca transformar la relación entre la humanidad y los animales, desdibujando los conceptos de cultura y tradición.
El impacto del animalismo en la economía y la tradición cultural
Las posturas animalistas han influido en reformas constitucionales y agendas políticas globales. Figuras como George Soros o Larry Fink promueven estas agendas, que afectan la soberanía de las naciones.
Tauromaquia: Un patrimonio cultural amenazado
La tauromaquia es la actividad cultural de asistencia masiva más antigua de México y una parte inalienable de su identidad. Es una industria complementaria a otras, con una derrama económica de 5,500 millones de pesos anuales y miles de empleos generados.
Conclusión: Defender la Fiesta Brava es defender nuestra identidad
Quienes defienden la tauromaquia no solo protegen una tradición, sino también la libertad de expresión cultural y la soberanía nacional.
La Fiesta Brava representa un lazo con nuestras costumbres y valores. Prohibirla significa ceder ante una agenda ideológica que atenta contra la autonomía cultural de México.
¡Defender la Fiesta Brava es defendernos a nosotros mismos!
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